
Dr. Fernando Ortiz Monasterio… El Bibliófilo.

Es un honor y un placer al mismo tiempo el escribir unas letras sobre un gran hombre y extraordinario amigo, el Dr. Fernando Ortiz Monasterio. En este segmento tengo la tarea de tratar una de las tantas cualidades que lo identificaron como un personaje de gran conocimiento y cultura , la bibliofilia, atributo que La Real Academia de la lengua define como el amor a los libros en especial por aquellas ediciones originales o raras, con este concepto se podría encasillar al bibliófilo como un coleccionista obsesionado solo en poseer textos, no por su contenido, sino por el simple hecho de tenerlos, tal como se convirtió en la manía de algunos nobles del siglo XIV y XV o en el extremo satirizado por De Iriarte en su fábula: “El Rico Erudito”, en que el protagonista se cree sabio, luego de fabricar una biblioteca hueca, solo con los títulos en lomos de cartón. Ortiz Monasterio no cabe dentro de este contexto, los libros en su vida se fueron acumulando, por la satisfacción que le producía leerlos y por la importancia que significaban como marco de referencia para su desarrollo profesional y para saciar su hambre por la cultura en general. Por ende la posesión de un texto no era un fin sino un medio para su modus vivendi, la búsqueda de la verdad
Su interés por los libros se vio reflejada desde el diseño de su propia residencia, el centro era la biblioteca. El trazo arquitectónico, proyecto de su hermano Jaime, se baso en un recinto para los libros, la casa era la biblioteca y la biblioteca era su casa. Tener el privilegio de compartir una velada con Fernando Ortiz Monasterio y Leonor su adorable esposa, era ser recibido en ese mágico lugar, que combinaba la estancia, comedor y sala, dentro de una gigantesca sobrilla de madera de cuyos brazos
se desprendían los innumerables estantes , los contenidos en un orden que reflejaba un exquisito buen gusto, combinando los múltiples volúmenes con objetos arqueológicos, antigüedades, arte mexicano e internacional. Estar en ese espacio era participar de la vida de los Ortiz Monasterio y al mismo tiempo hallarse sumergido en un mar de conocimiento. Los libros iban desde los más recientes títulos de la Cirugía Plástica a magníficas ediciones de ejemplares de arte, así como un sinnúmero de esplendidas obras antiguas sobre diversos temas, Cristina mi esposa y yo guardamos en nuestra biblioteca personal un pequeño volumen que versa sobre la doctrina religiosa enseñada a niñas, que data de 1776, que nos obsequió como una muestra de la gran amistad que nos unía
La casa de Fernando Ortiz Monasterio ( en su apellido lo llevaba ) era un símil de los antiguos monasterios donde se conservó el saber humano por muchos siglos, gracias a las grandes bibliotecas que albergaban dentro de sus muros el saber acumulado, celosamente resguardado por los monjes. La biblioteca de don Fernando, no era un lugar estático sin actividad, su contenido estaba al alcance de cualquiera que solicitara su consulta. La generosidad de su dueño la hacia accesible tanto a familia, amigos y a sus alumnos. Dentro de sus tesoros contaba con ediciones originales y facsimilares de volúmenes de gran valor histórico.
Por otro lado, Ortiz Monasterio era un ávido lector de cualquier tipo de obra ya fuera novela, relato histórico, tratado cultural etc., pero siempre fue crítico en cuanto a la elección del título, constantemente estaba atento a lo que los demás estaban leyendo, pronto a establecer una maravillosa discusión sobre la temática de libros que se hubiera leído en conjunto y por supuesto recomendando enfáticamente aquellos que a él lo hubieran impresionado. Un aspecto que lo caracterizaba era que no podía viajar sin un libro que lo acompañara en los trayectos largos de su viaje.
Por lo tanto sí podemos encasillar a Fernando Ortiz Monasterio como un amante de los libros, su biblioteca es un legado de alto valor por las obras que la conformaban que fueron el reflejo de la personalidad de su propietario.
Dr. Manuel García Velasco